¿ES CORRECTA LA EXPRESIÓN “LA MISA DE SIEMPRE”?
¿ES CORRECTA LA EXPRESIÓN “LA MISA DE SIEMPRE”?
REFLEXIÓN PERSONAL IV
Minor MONGE R
Laico
Diócesis de Cartago - Costa Rica
Si por “Misa de siempre” estamos entendiendo que la Eucaristía, desde inicios de la Iglesia, se ha conformado de “[…] dos grandes momentos que forman una unidad básica: […] la liturgia de la Palabra [y] la liturgia eucarística […]”(A), pues no estamos equivocados: con variantes a lo largo de la historia, cada familia litúrgica celebra la Eucaristía con la vivencia de estos dos momentos.
Pero, si estamos pretendiendo afirmar que la celebración que en su momento promulgara de manera estable san Pío V ha sido “la Misa de siempre” (con sus vestiduras litúrgicas excesivamente decoradas, con el altar pegado a la pared, con el latín como lengua, con el sacerdote de espaldas al pueblo, con la comunión en la mano, entre otros), claramente se está utilizando la afirmación de manera imprecisa, mostrando un desconocimiento absoluto de la historia de la Liturgia.
Basta con el sencillo ejercicio de leer sobre este tema (historia de la Liturgia) para comprender que, por ejemplo, en los primeros cuatro siglos de la Iglesia “[…] la liturgia cristiana parece que en su mayor parte fue improvisada […]”(B), lo cual implica que no existían ni rituales ni normas concretas para la celebración, ni las vestiduras litúrgicas bien diferenciadas para el culto.
De hecho, pienso en tres elementos que me ayudarán a aclarar este tema de “la Misa de siempre”: me refiero a la conformación de la casulla, a la separación entre el altar y la asamblea, y al latín como lengua litúrgica. Respecto al tema de la casulla, los testimonios indican que no fue sino hasta el siglo XII que “[…] las vestiduras propiamente litúrgicas quedan prácticamente constituidas en el estado en que las fijará el Caeremoniale episcoporum”(C). Y aún más esclarecedor es entender que “hacia fines del siglo XV […] comienza la deplorable mutilación de la casulla, que ha ido reduciéndose hasta alcanzar la forma que estuvo en uso hasta entrado el siglo XX, tan poco conforme con las antiguas tradiciones y con la majestad del servicio divino”(D).
Por otra parte, respecto al altar, es importante preguntarse: ¿el altar de la celebración originariamente se encontraba separado de la pared o pegado a él? Los estudios indican que “[…] en la edad apostólica y posapostólica […] el altar no era, quizá, un objeto litúrgico; servía para tal fin una de las mesas en forma de sigma griega, en torno a las que los fieles habían comido fraternalmente el ágape […](E). Situación similar se tiene en torno a los siglos IV al IX en donde el altar “[…] es una mesa simple, sostenida por cuatro pies. Según la orientación de las iglesias, el obispo celebraba vuelto de cara al pueblo […]”(F).
Sin embargo, a partir del siglo IX, algunas circunstancias (como el desarrollo del culto a los santos o el creciente culto a la Eucaristía fuera de la Misa) generan un cambio de significado en el altar, pasando de ser la mesa del sacrificio a una base en la que se colocan reliquias, retablos y el sagrario. Es decir, “el altar va perdiendo cada vez más su aspecto de mesa y toma la forma de un puro soporte. Por el mismo motivo, el altar se acerca cada vez más a la pared”(G).
Respecto al tema del latín como lengua litúrgica, debemos afirmar con claridad que -en los inicios- “las Iglesias de una misma área geográfica y cultural llegaron a celebrar el Misterio de Cristo a través de expresiones particulares, culturalmente tipificadas”(H). Es decir, “[…] las primeras comunidades cristianas, al celebrar la liturgia, se expresaban en la lengua común del pueblo al que pertenecían”(I). De hecho, “la Iglesia de Roma fue de lengua griega hasta el siglo III; su liturgia quizá no se latinizó definitivamente hasta el siglo IV”(J); por lo que la expansión del latín en el resto de la Iglesia occidental fue tardía y su responsable fue Gregorio VII (siglo XI).
Por lo tanto, si la casulla conocida como “guitarra” (utilizada en el rito anterior) aparece en su forma actual hasta el siglo XV, si el altar se empieza a construir pegado a la pared hasta el siglo IX y si el latín se universaliza en Occidente alrededor del siglo XI; no hay forma de afirmar que el rito unificado y promulgado por san Pío V sea “la Misa de siempre”, puesto que la celebración eucarística (con estos y otros ejemplos) ha variado en sus formas celebrativas a lo largo de la historia. Ni siquiera el rito romano -al cual pertenezco- ha tenido una forma celebrativa idéntica desde sus orígenes.
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