¿ES LA LITURGIA CONSTRUCTORA DE COMUNIÓN?

 ¿ES LA LITURGIA CONSTRUCTORA DE COMUNIÓN?

REFLEXIÓN PERSONAL II



Minor MONGE R.
Laico
Diócesis Cartago - Costa Rica


        Desde mi parecer, a la palabra “comunión” le ha pasado algo similar que a la palabra “amor”: han sido utilizadas tantas veces en contextos tan diferentes, que ya es una palabra deteriorada cuyo verdadero significado y fuerza se ha perdido. Sin embargo, para entender su importancia, creo que puedo poner como ejemplo el texto bíblico de Tomás (que la Iglesia proclama el segundo Domingo de Pascua). Si lo leemos con calma, puede saltar a nosotros una pregunta: ¿qué hizo la diferencia para que Tomás reconociera al Señor?

Repasemos rápidamente este episodio bíblico: cuando el Señor se aparece primeramente a los Apóstoles, Tomás no se encuentra en medio de la comunidad y no cree en Él; cuando el Señor se les presenta de nuevo, y Tomás está en medio de la comunidad apostólica, logra reconocer a Jesucristo. Entonces, ¿no será que el texto bíblico nos está recordando que la comunión con la Iglesia (representada por la comunidad apostólica) es fundamental para vivir la fe y encontrarse con el Señor?

Con este ejemplo, y algunos otros que se pueden mencionar, se entiende que el tema de la comunión no es una reflexión romántica que encontramos en el Magisterio: me atrevo a decir que la comunión con la Iglesia (Cuerpo de Cristo) condiciona nuestra participación real, activa y eficaz en la Liturgia; o aún más claro, no estar en comunión con la Iglesia, es no estar en comunión con el Señor y -por lo tanto- es incapacitarme para celebrar el Misterio. Así de delicada e importante es esta realidad en la Iglesia.

Y no es una cuestión relacionada con pensar diferente o con no estar de acuerdo con algún enunciado: en efecto, puede que en algún momento no me encuentre totalmente de acuerdo con alguna decisión disciplinar del Papa o de mi Obispo, esa no es la dificultad; el problema real es cuando transformo ese desacuerdo en un camino de críticas y en una propaganda destructiva para hacer valer mi criterio y desautorizar lo que la Jerarquía de la Iglesia, en sus pastores, ha determinado. No estar de acuerdo, dependiendo el tema y la situación, puede verse normal; señalar y destruir la imagen de un cristiano para hacer valer mis posturas, eso ya no es comunión.

Por eso, abro un breve paréntesis para decir que el tema de la obediencia salta como un elemento base cuando se habla de comunión. Recuerdo que, en el Seminario, uno de los profesores hablaba de la obediencia señalando un elemento que puede resultar como ejemplo: en el rito de ordenación de diáconos y presbíteros, la única promesa que se repite en un rito y otro es la relacionada a la obediencia. Una comunión auténtica con el Cuerpo de Cristo (la Iglesia) pasa necesariamente por el ejercicio de la obediencia: hablar de comunión conlleva la obediencia.

        Y -para ejemplificarlo- no me refiero a una obediencia ciega con mi párroco, no significa que no me puedo acercar a él para darle consejo o comentarle si me parece que algo no es correcto; tampoco implica que no pueda sacar cita con mi Obispo y comentarle alguna situación que como cristiano no creo conveniente; significa entender que puedo aportar mi consejo, pero que -en última instancia- quien toma las decisiones en la Iglesia es la jerarquía, pues no estamos de frente a una democracia. El rebaño puede dar su consejo, el pastor es quien discierne y toma la decisión(A).

        Pero, regresando al tema principal, la comunión no sólo es un punto de partida fundamental para celebrar el Misterio; también la Liturgia construye y hace sólida esta comunión. No me cabe duda de que la Liturgia es una escuela eficaz de comunión (a través de sus gestos, sus ritos, sus oraciones), en donde aprendemos a vivir como Cuerpo del Señor(B), a integrarnos unos a los otros para que este Cuerpo, unido a la Cabeza, “[realice] la obra de salvación […]”(C).

Entonces, si la comunión es punto de partida para la Liturgia y, al mismo tiempo, la construye; no hay duda de que la celebración litúrgica no debe ser tema para atacar y ofender, para cuestionar y destruir; esto se aleja de lo que es la Liturgia. Bien lo dice el Catecismo de la Iglesia Católica: “La Eucaristía hace la Iglesia. Los que reciben la Eucaristía se unen más estrechamente a Cristo. Por ello mismo, Cristo los une a todos los fieles en un solo cuerpo: la Iglesia. La comunión renueva, fortifica, profundiza esta incorporación a la Iglesia realizada ya por el Bautismo”(D).


NOTAS
A. Cf. COMISIÓN TEOLÓGICA INTERNACIONAL, La sinodalidad en la vida y en la misión de la Iglesia, n. 69. Consultado en línea en: https://www.vatican.va/roman_curia/congregations/cfaith/cti_documents/rc_cti_20180302_sinodalita_sp.html.
B. Cf. Instrucción General del Misal Romano, n. 42: Misal Romano. Renovado por decreto del Concilio Ecuménico Vaticano II, promulgado por la autoridad del Papa Pablo VI y revisado por el Papa Juan Pablo II. Conferencia Episcopal Ecuatoriana, Tercera edición típica, 2008, p. 39.
C. Cf. CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, Constitución “Sacrosanctum Concilium” sobre la sagrada liturgia, n. 6. Consultado en línea en: https://www.vatican.va/archive/hist_councils/ii_vatican_council/documents/vat-ii_const_19631204_sacrosanctum-concilium_sp.html.
D. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1396. Consultado en línea en: https://www.vatican.va/archive/catechism_sp/p2s2c1a3_sp.html.

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